Tengo un jardín que en invierno florece sin descanso y el escaso sol se vuelve más querido, y el perfume un caro regalo.
(Aún en los momentos tranquilos, mi corazón late con fuerza y sentimiento y los escasos encuentros con el amor, tienen la intensidad de una vida entera.)
Gira sin cesar la rueda de la Fortuna. De su embite escapamos: sonreímos al Sol desde lo alto, y al cielo nocturno yendo de bajada. Aunque el agua del amor encienda el día, y sólo el húmedo rocío nos consuele en la noche.